Narrar el pasado desde la disidencia sexual: Una aproximación autoarqueológica
“El día de la faena tardé casi una hora en encontrar la chakra del presidente, la pampa estaba repleta de comuneras y comuneros que bregaban por arrancar los maíces de sus tallos. Al encontrarlo, me indicó que comenzara a despancarlos con una herramienta de hueso heredada de su padre. A la hora del almuerzo nos agrupamos alrededor de una manta con la merienda; comíamos y conversábamos acerca de todo el trabajo que aún nos faltaba por hacer, pronto las preguntas empezaban a dirigirse sobre mí. Me vi envueltx en un interrogatorio acerca de mi sexualidad: ¿Estás casado?, ¿tienes hijos?, ¿con quién vives? Con dos amigos, respondí, aunque no era cierto (estaba tan nerviosx que fue lo primero que vino a mi mente). ¿Acaso eres maricón? Solo los maricones viven entre hombres, continuó. Volví a responder: No, vivo con un amigo y una amiga. Asintió con su cabeza, el contrato heterosexual había sido garantizado y la continuidad del proyecto también.” (Espinoza 2016).
En ese juego de palabras no solamente se perseguía “la verdad” acerca de mi sexualidad, sino detentar, por parte de alguno de los interlocutores, una posición privilegiada dentro de una compleja red de relaciones de poder. La última pregunta puso en peligro la continuidad del diálogo, y del proyecto por el que me encontraba en la comunidad, al intentar avergonzarme por la adjudicación de un comportamiento socialmente reprobable. Sí, soy maricón, es lo que quería decir, sin embargo, al decir no trataba de restablecer el hiato comunicacional y evitar perder el privilegio epistemológico sobre mi voz. Cuando se hace explícita la condición homosexual, te expones a la deslegitimación de tu voz ante lxs demás; lo que dices, sobre cualquier tema e incluso sobre unx mismx, se hace fácilmente descalificable (Halperin 1995, 8; Dowson 2009, 280).
Si decía que sí, corría el riesgo de perder legitimidad y autoridad ante el presidente de la comunidad y toda la comunidad, quienes podrían, en el peor de los escenarios, dejar de participar en el proyecto. La insistencia en delimitar mi orientación sexual partía de una necesidad por establecer las condiciones para la continuidad del diálogo y el proyecto, que requerían del liderazgo de dos hombres heterosexuales.
Este diálogo había alterado los principios políticos en los que creía firmemente, estaba en una posición identitaria precaria y venida a menos, me había negado a mí mismx no solamente con el presidente comunal, sino en muchas ocasiones más. La pérdida me movilizaba a buscar un objeto sustituto, algo o alguien con quien reemplazar mi carencia, la arqueología me ayudó.
Más allá de llamar la atención sobre cómo desde la disidencia sexual determinadas corporalidades somos invisibilizadas en los espacios académicos y laborales, decidí hacer uso de mi experiencia para problematizar el meollo de la arqueología. ¿De qué forma la experiencia de mi disidencia sexual podría replantear las ideas que tenemos acerca del propósito y la metodología de la arqueología? O yendo aún más lejos, ¿podría también subvertir el marco epistemológico que le da sentido?
Habitar la disidencia sexual me llevó, y aún me lleva, a pensar la arqueología no necesariamente como el procedimiento o técnica de la interpretación del pasado a partir de la cultura material. Devino en un ejercicio de interpretación del yo en contextos donde, por alguna razón, me ha tocado hacer las veces de arqueólogx. El yo, al igual que los objetos que hallamos en una excavación, es material de escrutinio mediante procedimientos similares a la interpretación arqueológica. Las personas con las que interactuamos en el desempeño de nuestra profesión, desde las poblaciones que viven junto a un sitio arqueológico hasta audiencia de una conferencia, también nos están excavando, intentan penetrar en nosotrxs para entendernos a partir de una serie de rasgos, como nuestra performance corporal (lo que decimos, cómo lo decimos, cómo nos desplazamos, qué ropa usamos).
En este sentido, es paradójico cómo las interacciones que tengo con comunidades campesinas terminan por tomar la forma de una (inter)excavación mediante la cual intento conocer los usos y costumbres locales, mientras que, algunos de los comuneros, haciendo uso de otros medios, tratan de interpretarme.
Además, es interesante resaltar cómo este juego performativo está relacionado directamente con los procesos de conformación identitaria. Mi (des)identidad marica fue momentáneamente invisibilizada, mientras que la repetición, por mi parte, de una narrativa proteccionista del patrimonio cultural, fortalecía de forma problemática la adscripción de la comunidad a un pasado remoto. Sin embargo, no debemos entender estos procesos como unidireccionales, usando una noción de cuerpo como mero receptor de significados. Los cuerpos incorporan los discursos y símbolos que los rodean para auto-culturalizarse y emprender proyectos políticos propios que los resitúan en el mundo. Cuerpos y cuerpas hacen suyos los estímulos externos del mundo y los (re)producen creativamente en su misma corporalidad.
Por su parte, los medios que utilizamos para obtener “nuestros” datos (observación, descripción, excavación, prospección), desde mi perspectiva, terminan siendo técnicas de búsqueda del yo. Cada vez que estamos frente a la tierra, tratando de arrancar lo escondido, sospecho que estamos intentado recuperar los datos que nos permitirán (re)construir una historia lineal acerca nosotrxs mismxs y quienes nos precedieron. En otras palabras, la arqueología sirve como pretexto para elaborar una historia continua de la humanidad, que nos dé la estabilidad necesaria para hacernos sentir parte del algo y los insumos para crear una ilusión de identidad (personal y/o colectiva).
De lo contrario, sin una historia lineal que nos preceda, la conformación de nuestra individualidad sería muy problemática, aunque abierta a la asimilación de una pluralidad de significantes. Como diría Michel Foucault (2010), sería la muerte del sujeto del Humanismo.
En estos procesos que involucran al yo hay una suerte de deseo hedonista. Mi sexualidad me invita a encontrarme, a (des)enterrar mis ancestrxs y saber que detrás de mí hay historias invisibilizadas que ha sido narradas en términos heterosexuales y masculinos. Es así como un deseo altamente sexualizado motiva mis ganas de hacer arqueología del yo y de lxs otrxs, con quienes deseo elaborar una genealogía con múltiples ramas y vacíos, que no obedezca a la construcción de un sujeto estable, masculino, blanco y heterosexual. Una arqueología del yo que no encuentre al yo como algo acabado y finito, sino abigarrado, inestable, con múltiples formas de habitar el mundo.
Por otro lado, es reciente la preocupación académica acerca de cómo los proyectos de gestión cultural impactan en las poblaciones y comunidades “beneficiarias”, pero no cómo influencian en lxs gestorxs. En mi caso, he entendido que no es necesario invisibilizar quien soy, así sea por la continuidad de un proyecto. Si lxs demás pueden exhibir su sexualidad, ¿por qué yo no? ¿Acaso no es posible emprender procesos colectivos tejiendo puentes y consensos mínimos a partir de la diferencia cultural y sexual?
Es a partir de estas reflexiones que pienso la arqueología como (auto)arqueología, como un ejercicio de excavación del yo, por parte de lxs demás y yo mismx. Una suerte de introspección siempre inacabada y problemática.
Referencias:
Dowson, Thomas. 2009. “Queer Theory Meets Archaeology: Disrupting Epistemological Privilege and Heteronormativity in Constructing the Past.” En Ashgate Research Companion to Queer Theory, editado por Noreen Giffney y Michael O'Rourke, 277-294. Inglaterra: Ashgate.
Espinoza, Oscar. 2016. “San(e)ar desde lo perdido: Relato autoetnográfico de unx arqueólogx en Vilcas Huaman, Ayacucho.” Ponencia presentada en la conferencia: Reflexiones sobre el enfoque etnográfico y experiencias de trabajo, Lima, 30 de noviembre.
Foucault, Michel. 2010. La Arqueología del Saber. México: Siglo XXI.
Halperin, David. 1995. Saint Foucault: Towards a Gay Hagiography. Nueva York: Oxford University Press.
* Ponencia leída en el III Congreso Nacional de Arqueología, Ministerio de Cultura, Lima, 13/09/16.