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balsa de totora, isla de uros 

Arqueología turística

Publicado: 2022-01-05

Llegamos a la isla de Amantani (Puno) luego de un largo viaje de dos horas en una embarcación golpeada por el vaivén de las olas del Titicaca. Lidia nos recibe amablemente en el puerto de la isla y nos conduce a su vivienda, un complejo público-privado ubicado frente al wiraqocha puneño. En el camino, vemos cómo los grupos de turistas trajinan en su paso hacia las casas de sus nuevas familias, ni el ardiente sol ni la rugosidad del suelo los detiene en su afán de participar en el espectáculo del turismo vivencial.  

La casa de Lidia era un complejo residencial que conjugaba lo público y lo privado, estaba construida tanto para alojar a su familia sanguínea como a sus parientes del turismo global. Sentados en la cocina de Lidia, nuestra anfitriona nos ofrece sopa de quinua, arroz con papa y tortillitas de queso. Todo muy delicioso, el sabor de la sierra encajaba perfectamente en la necesidad de otredad de nuestro paladar limeño. Mientras tanto, Lidia respondía a duras penas el rosario de preguntas y frases que todo recién llegado (siempre) le hacía: ¡Qué diferencia con la ciudad! ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad! Lima es un caos, qué bueno que estemos aquí. Lidia reía tímidamente y asentía con una expresión probablemente ensayada para la ocasión.

Las seis comunidades de Amantani participan de un sistema de turismo vivencial exprés y rotativo. Las familias de cada comunidad reciben un máximo de diez turistas por turno, cumplido el cupo, los contingentes de turistas son alojados por la siguiente comunidad, así y de manera rotativa. La estadía dura menos de 24 horas, almuerzas, presencias un ritual a la Pachamama, asistes a una fiesta tradicional de 2 horas, duermes y, al día siguiente, te conducen a Taquile. Todo orquestado por las mujeres de la isla. Lidia se encargaba de preparar las comidas y llevarnos a las actividades vivenciales, mientras que su esposo trabajaba la chakra y tocaba el bombo en las fiestas de cada noche. El turismo vivencial era definitivamente un trabajo feminizado.

Durante toda nuestra estadía nos maravillamos con el paisaje, la solemnidad del lugar, las comidas y la hospitalidad de las personas de Amantani. Nuestra experiencia no era del todo ingenua (ningún estado de subjetividad pasa desapercibido por la cultura), era resultado de un arduo proceso de socialización que nos hacía pensar el campo y lo rural como un estado sociomaterial diferente al experimentado en la ciudad. Aunque existen diferencias palpables entre los dos lugares, nuestro deleite con el paisaje de la isla está imbuido del fuerte bombeo mass media sobre lo que el campo es. El sudor, el cansancio, el silencio y las costumbres de los nativos estaban permeados por el conjunto de ideas preconcebidas sobre el campo y las personas que lo habitan.

El silencio de la pretendida inocencia del turista recuerda a las antiguas expediciones arqueológicas y las actuales excavaciones exprés. La praxis arqueológica es turística porque reproduce, y construye al mismo tiempo, la diferencia espacial entre “ciudad” y “campo”. La ciudad como lugar donde el conocimiento arqueológico es producido y difundido, y el campo como el no-lugar investigado. Ingresamos a comunidades ruralizadas, y no rurales per se, con la finalidad de encontrar algo que nos permita participar de una experiencia no citadina; hacemos turismo arqueológico como una forma de conocer y extraer, previo pago a la agencia de turismo o al Ministerio de Cultura, experiencias que nos hagan sentir más urbanxs que nunca. Obtenemos la cuota de ruralidad necesaria para retomar nuestra existencia tecnourbana al mismo tiempo que extraemos datos y cosas para el artículo o la tesis que nos llevará al siguiente nivel del escalafón de la academia arqueológica. Todo turismo es extractivo en los mismos términos que las prácticas arqueológicas de campo. El viaje, además, es breve en ambos casos, a pesar de que Lidia nos invitó a volver, si ya conseguimos lo que estábamos buscando, difícilmente lo haremos. 


Escrito por

Oscar Espinoza Martín

Soy Oscar, estudié arqueología en Lima y suelo escribir desde los bordes de esta disciplina.


Publicado en

chuqui_chinchay

Arqueoloca, hilvanando pasados para alterar el presente.